Los dos últimos 8 de marzo en el estado español hemos vivido enormes movilizaciones con más de 5 millones de trabajadoras y trabajadores en huelga en 2018 y más de 6 millones en 2019, luchando juntos contra el machismo y la desigualdad. Además, hemos vivido enormes manifestaciones que han llenado las calles en localidades de todo el estado.
Por desgracia, los motivos para movilizarnos no se han resuelto. Siguen asesinándonos solamente por el hecho de ser mujeres. Al escribir estas líneas ya eran 13 (oficialmente) las mujeres asesinadas por sus parejas o exparejas en lo que va de año, más de 1040 desde 2003, una de las últimas en la provincia de Sevilla. Antes del asesinato viene el maltrato, con más de 80.000 denuncias por violencia de género en 2019, una gran mayoría presentadas a través de atestados policiales. También siguen violándolos y abusando sexualmente de nosotras, de hecho este tipo de delitos es el que más ha aumentado de 2017 a 2018.
Hemos avanzado mucho en la visibilización de la violencia de género y la violencia sexual y tenemos que seguir luchando. Pero en los últimos años también hemos visto el ascenso de la extrema derecha de la mano de Vox. Su discurso racista, machista y homófobo no solamente ha entrado en las instituciones, poniendo en duda los derechos de inmigrantes, mujeres y personas LGTBI y atacando a sus organizaciones. Además, sus políticas se están abriendo paso en los gobiernos autonómicos de Madrid, Andalucía y Murcia a través de los gobiernos de coalición de PP y Cs que se han apoyado en este partido de extrema derecha para llegar al poder.
Así están empezando por intentar imponer el “pin parental”, una censura reaccionaria a la educación sexual y en igualdad que se dan en los centros educativos, a partir de exageraciones o directamente de mentiras. Pero al fin y al cabo lo que quiere es eliminar de la educación pública contenidos tan importantes como la diversidad sexual o las relaciones en igualdad. Y hoy es el pin parental pero vemos como también han conseguido imponer otras medidas como la puesta en marcha de un teléfono contra la violencia “intrafamiliar”, y los cambios en el sistema educativo para favorecer a la educación privada concertada (aunque esta es también una política típica del PP).
Pero además de estos ataques ideológicos, también hemos vivido innumerables ataques a nuestras condiciones de vida y de trabajo, sobre todo a partir de la crisis económica de 2008 pero también antes. Así la gran reducción de los derechos laborales y el abaratamiento del despido se traduce en altas cifras de paro (más de 3 millones en todo el estado), contratos temporales (más del 25% de los trabajadores) que en el caso de los contratos de menos de 7 días se han duplicado desde que estalló la crisis, o trabajo a tiempo parcial cuando se busca a tiempo completo (en más de la mitad de los casos).
Somos además las mujeres las que más sufrimos esta precariedad, ya que el patriarcado asume que somos las mujeres las que realizamos la mayoría de los trabajos de cuidados, y se sigue viendo el salario de la mujer como el complementario de un hombre.
Somos también las mujeres, o más concretamente las mujeres trabajadoras, las que sufrimos mayoritariamente los efectos de los recortes en los servicios públicos, especialmente en educación, sanidad y dependencia. Porque los servicios que no se realizan de manera pública los acaban realizando mayoritariamente las mujeres. Pero también porque los recortes y privatizaciones sufridos en los servicios públicos afectan sobre todo a trabajadoras que ven reducidas sus condiciones de trabajo y salarios.
Pero somos también las mujeres las que estamos en primera línea en la lucha. Frente al inmovilismo de los últimos años de los sindicatos mayoritarios, CCOO y UGT, la presión del movimiento feminista consiguió que convocaran dos huelgas generales, aunque fueran parciales, y el apoyo de otros sindicatos consiguió que estas se convirtieran en huelgas generales de 24 horas. Las enormes movilizaciones del 8 de marzo de 2018 y 2019, junto con las movilizaciones en Catalunya, son las más importantes que se han dado en el estado español en los últimos años. Y el movimiento feminista también ha mostrado su fuerza los últimos 25 de noviembre, y también el resto del año, respondiendo por ejemplo ante la primera sentencia vergonzosa a la “manada” y consiguiendo que aumentaran sus penas y que los culpables entraran en prisión. Sin estas movilizaciones sin duda también habrían sido imposibles avances como las últimas subidas del salario mínimo.
¡Hay que luchar por un cambio revolucionario!
Sin embargo, para garantizar una verdadera igualdad, tenemos que hacer un cambio más fundamental, un cambio de sistema. Necesitamos revertir todas las privatizaciones que se han dado en educación, sanidad, dependencia y otros servicios públicos, para asegurarnos la calidad de estos servicios, y unas condiciones y salarios dignos para sus trabajadores. La educación tiene que reforzarse para incluir la educación afectivo-sexual en igualdad y que incluya la diversidad sexual. Además, tomando en manos públicas los sectores clave de la economía como energía, transporte, distribución de alimentos, podremos garantizar las condiciones y servicios también dignos en estos aspectos. Necesitamos tomar de nuevo en manos públicas las viviendas que se regalaron durante la crisis a los fondos buitres, y nacionalizar la banca que ha recibido miles de millones de euros, para poner sus recursos, incluyendo su parque de viviendas vacías, al servicio de toda la sociedad, para poder resolver el problema de la vivienda y realizar las inversiones necesarias en servicios públicos. Pero esto no significa una simple nacionalización o remunicipalización, sino la planificación, control y gestión de todos estos recursos de forma democrática a través de asambleas de trabajadores, usuarios y del resto de la sociedad.
Bajo el capitalismo, la lógica de los beneficios seguirá empujando las privatizaciones, poniendo más presión a las mujeres para hacerse cargo de los cuidados, la especulación que dispara los precios de los alquileres, las políticas laborales que provocan la precariedad y la pobreza de muchos trabajadores, y las divisiones por razones de sexo, orientación sexual, origen, etc que justifican que se discrimine a algunos grupos que sufren violencia de todo tipo, más paro, peores condiciones de trabajo o peor acceso a servicios públicos.
Por eso, la lucha de las mujeres por la igualdad es la lucha de las mujeres de la clase trabajadora, y el feminismo debe ser un feminismo anticapitalista y revolucionario. El feminismo liberal, defendido por las mujeres burguesas y sus partidos, no responderá a nuestras verdaderas necesidades, y pondrá límites presupuestarios, institucionales, etc. a nuestras aspiraciones.
Nuestros aliados en esta lucha, en cambio, son los hombres trabajadores, las personas inmigrantes y LGTBI y todos los grupos oprimidos. Y la movilización es el camino para alcanzar una sociedad de verdad igualitaria y libre de toda discriminación.
El movimiento feminista no solamente ha estado al frente de la lucha en el Estado español sino también internacionalmente.
Argentina ha sido uno de los epicentros de esta lucha con manifestaciones de miles de mujeres contra los feminicidios y por el derecho al aborto. El feminismo también ha estado en primera línea de batalla contra Bolsonaro en Brasil y en este país, donde más asesinatos de personas trans se dan, ha vinculado su lucha con la del colectivo LGTBI por su derecho a su seguridad y a su vida. En muchos otros países como India, Polonia e Irlanda hemos visto movimientos feministas masivos luchando contra la violencia machista o por el derecho al aborto.
Socialismo Revolucionario pertenece a ASI (Alternativa Socialista Internacional) con presencia en 30 países donde planteamos una lucha socialista revolucionaria y feminista contra el capitalismo. Nuestras compañeras en Irlanda, por ejemplo, jugaron un papel determinante en la lucha por el derecho al aborto; y también luchamos en Brasil, EEUU, Rusia y China entre otros países contra la reacción, el machismo y la homofobia.
¡Únete a nuestra lucha!
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